Un jurado iluminado por los móviles
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La luz se desconectó porque nadie avisó de que aún se celebraba un juicio
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El abogado del acusado enfocó a su cliente con la linterna del
teléfono, mientras el resto utilizaba el mismo método para finalizar la
sesión
Así, a bote pronto y encauzando el asunto hacia la broma, el
reportaje luciría con dos titulares de esta índole: ‘Un jurado con pocas
luces’ -ofensivo para unos ciudadanos sin culpa del despropósito- o ‘La
Justicia es ciega’, uno más manido en el mundillo de los estrados. No
obstante, los enunciados anteriores esconderían el disparate que se
vivió la pasada semana en la Ciudad de la Justicia de Valencia.
El edificio cuenta con un programa energético. A las 19 horas se
apaga un tercio de las luces. A las 22 horas, otro tercio. Y a las doce
de la noche se desactivan todos los puntos de iluminación. Sólo se
mantienen aquellos indispensables para las rondas de seguridad y las
dependencias de los juzgados de guardia.
Al parecer no hubo comunicación de que el jurado se retrasaría hasta
bien entrada la noche. Tampoco suele ser habitual que a esas horas
todavía se estén celebrando juicios -más allá de algún juzgado de lo
Penal con algún asunto complejo- o los tribunales populares.
De tal forma que llegada la hora, la sala, de repente, se quedó a
oscuras. La sorpresa fue monumental. En el banquillo se juzgaba a un
hombre por coacciones, pero los antecedentes del procesado, en prisión
por prender fuego a su mujer hace unas semanas, despertaron el lógico
temor entre los presentes nada más apagarse las luces. De inmediato, los
agentes que lo custodiaban fueron los primeros en reaccionar; se
incorporaron y se pusieron junto a él.
Hubo un momento de incertidumbre. El letrado del acusado sacó su
móvil y enfocó al procesado para tranquilidad de los integrantes del
jurado. Una situación sin precedentes en los últimos años. El juicio
estaba llegando a su fin con la lectura del veredicto. Una de las
opciones, la más probable en condiciones normales, era la de suspender
la vista. Pero esta decisión tenía una consecuencia inmediata para los
miembros del tribunal: debían pasar la noche incomunicados en un hotel.
Esto no suele ser frecuente. Los jurados suelen deliberar la misma
jornada que les entregan el objeto del veredicto, es decir, las
cuestiones a las que deben votar. Sin embargo, hay excepciones. Como la
del jurado del caso de los trajes, que pernoctó dos días en un hotel del
centro de Valencia.
Así que la opción fue continuar. Otros miembros del jurado también
activaron el modo linterna en sus teléfonos móviles. Y de esta forma
concluyó la vista. Por suerte, sólo fueron unos minutos, pero el
episodio merecería un capítulo en el amplio anecdotario de la Ciudad de
la Justicia.
El acusado, José G. V., se enfrentaba a dos años y nueves meses de
cárcel en este juicio. Fue condenado. Según la fiscalía, los hechos
ocurrieron hace tres años. El denunciante acudió a un pub de Cánovas.
Allí coincidió con el procesado quien le conminó a que le entregara el
dinero que decía que debía, 450.000 euros. Le manifestó que era el
encargado de cobrar la deuda y que si no la saldaba, le mataría. Cuando
abandonaron el lugar, le telefoneó exigiendo que atendiera a sus
llamadas porque sabía dónde vivían sus padres y su mujer. Por la tarde,
el acusado concertó una cita para que le entregara 1.000 euros y lo
amenazó con agredirle. La víctima no cedió al chantaje y denunció.
- Fuente: www.lasprovincias.es
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